Franklin Castro R.
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Luego del gran acontecimiento que significó la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, la fe Católica ha recibido un fuerte impulso y sus seguidores han (y hemos) sentido un renacimiento en nuestras creencias. Cada cual elige el credo que desee, pero una verdad es irrefutable: Dios es el mismo para todos.
Comento esto, porque a veces no entendemos como hay personas que no respetan las creencias de otros. No entendemos por qué si no están de acuerdo con las actividades de la Iglesia Católica –por ejemplo-, la emprenden contra esta de manera destructiva. A algunos la intolerancia se sale por los poros y eso resulta preocupante.
Muchos de los que profesamos la religión Católica, recibimos en nuestras casas las prédicas de otros credos de manera educada y receptiva. Claro siempre y cuando haya respeto por nuestras creencias. Recuerdo que mi abuelo Aureliano Ramírez Arias, se ponía bravo cuando algún predicador protestante le hablaba mal de la Virgen María.
Y tenía razón, estaba en su casa y profesaba la religión que deseaba. Para nada sería bienvenida una persona que irrespete nuestras creencias. Además agrego, la Virgen María, como mujer cumplió (y cumple, es mi criterio) un papel muy importante y por lo tanto debemos respetarla. No entiendo la pretensión de algunos de desacreditarla.
A raíz de la actividad de canonización, hemos visto comentarios y críticas ofensivas hacia el catolicismo. Si les molesta que los medios le den cobertura a este tipo de eventos, solo hay que cambiar de canal, emisora o evitar leer los artículos que salen en la prensa sobre este tema. Nadie nos obliga a ver, escuchar o leer algo que no nos agrada.
Si cada familia nos metiéramos con la forma de educar a otra, la situación sería caótica. Deberíamos entonces preocuparnos por los nuestros y procurar ser mejores. Sigamos nosotros en nuestra iglesia y los demás en las suyas; seamos tolerantes, respetemos las creencias de cada quien, que el buen Dios cuidará de todos.