Franklin Castro R.
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Amigdalitis – Aquel día dudamos en asistir, pues desde el penúltimo mes del año habíamos sido afectados de lo que creíamos era un ligero problema de salud, que por descuido y un par de lluvias encima se nos había estacionado más tiempo del requerido. Pero la noche fue agradable y bajo las estrellas dispersas en un cielo no tan despejado, nos fuimos para el pueblo de mi niñez y adolescencia.
Primero pasamos a la casa de los tíos Benedicta Ramírez e Isidro Castro. A la casa de la tía siempre nos gusta ir para comer aquellas ricas tortillas que solo ella heredó hacer de la abuela Romelia. Nadie más las hace como ella y por eso al degustarlas, me reencuentro con la abuela “Mela”. Fue como hurgar en los recuerdos antes de pasar a la festividad del Ocho.
De seguido me adentré en aquella hermosa fiesta en donde siempre que llegamos nos sentimos parte de ella, pues don Zenón y doña Chita nos quieren mucho y el sentimiento es recíproco. La entrevista fue distendida, casi convertida en una conversación. A ver si nos vemos más a menudo, pues los años se gastan y uno no sabe hasta cuándo soporta el calendario…
Pero este como todos los años desde hace más de 50, la familia Jiménez Rivera, liderada por don Zenón y María de los Ángeles “Dona Chita”, celebran la fiesta a la Purísima en honor a la Inmaculada Concepción de María. La actividad que me gustaba más cuando era en Cerro Bonito, unos kilómetros más arriba en la montaña, mantiene sin embargo su tradición y esencia casi intacta.
El guitarrista dominó las cuerdas con la magia de sus veinte años. También lo hacía don Zenón Jiménez, con sus 94 a cuestas. A don Zenón lo encontramos solo con la guitarra en una habitación de la casa, cantándole a la Virgen una linda tonada que nosotros no recordábamos haber escuchado. Sucedió en nuestro reencuentro con la Fiesta del Ocho, allá en San Rafael en este diciembre 2017.