Franklin Castro Ramírez
Pertenezco a una generación a la que nos correspondió vivir etapas muy disímiles entre si. En la actualidad disfrutamos las ventajas de la tecnología, como internet y la telefonía celular, mientras que antes la vida se pasaba sin las artificialidades actuales. Éramos más auténticos y valíamos por sí solos y no por el modelo del celular que poseemos.
Las chicas no pedían recargas por redes sociales, ni se pasaban horas pegadas a un aparato que aunque nos comunica, también nos separa de la gente que tenemos más cerca. Ahora muchos exhiben complejos de artistas, pues cuanta cosa hagan la comunican enseguida, aunque con ello estén poniendo a disposición de todos detalles que pertenecen al ámbito privado.
Antes podríamos decir que quizás éramos más interesantes, pues nos conocíamos menos, por lo que había más curiosidad. Hoy en cambio, basta con ingresar a las redes sociales para repasar la existencia de una persona. Podemos observar fotografías e información que en los ochentas, era improbable conseguirla tan fácilmente.
Desde el punto de vista nuestro (hombres), ahora es más viable conocer a las féminas. Con solo entrar al perfil de muchas y en el acto podemos verlas en sus más sensuales poses. Algunas sinceramente parecieran que se están promocionando, pues piensan que si se muestran más, consiguen más me gustas y seguidores (y ciertamente pasa).
En los ochentas las chicas nos embelesaban por su belleza natural, su porte, su manera de ser y su educación. Hoy ni siquiera tenemos la posibilidad de valorar esos conceptos, pues la superficialidad nos abruma por la vista. De pronto tiene más adeptos la que muestra más senos, aunque su vocabulario sea tan limitado, como el que exponen cuando escriben en las redes.
¿Cuál será la versión contemporánea de la chica ochentera?. ¿Será aquella que renuncia a la exposición pública volviéndose más interesante?. Podría ser. Me sucede con una amiga a la cual no encuentro en la red y que para conocer de su existencia, tengo que visitarla personalmente. Ella es entonces, una nueva chica ochentera.