Sucede de manera recurrente. De pronto en la madrugada cuando todo el mundo duerme, despierto y pienso en ella: En su maravilloso pelo.
En esa mujer de figura estilizada y de personalidad tan única, que a veces me parece indescifrable. Ella es valiosa, agradable, entusiasta y sus capacidades van más allá de lo imaginable, y su belleza no tiene comparación.
Entre sábanas sueño enredarme en sus cabellos. Ese es –lo confieso- el cielo que ansío habitar y que por consiguiente, no deja de embelesarme una y otra vez.
Y es que la textura de su cabello es exquisita, lo sé. Por más que busco no encuentro ninguno similar. Es único por su volumen y caída. Es como una catarata de frescura como se lo describí a ella misma una mañana de sábado, hace ya algún tiempo. Me resulta extremadamente maravilloso ver el movimiento de su cabello cuando camina. Es como si tuviese vida propia.
No en vano es lo primero que le miro cada vez que me la encuentro. Es lo que la distingue de las demás. Ninguna fémina que conozca ilumina con su cabello como lo hace ella. Ninguna se hace notar como lo hace ella. Es natural y eso lo percibo cada vez que la tengo cerca.
Ella es única. Decirlo es fácil pero para validarlo hay que tener cierto conocimiento. Lo mío es diferente, pues me aferro a esos pequeños instantes en que la tengo cerca, para captar lo que quizás otras personas no podrían ni siquiera notar. Y es que ella no merece que se le valúe por su sola belleza física, pues es más que eso, es una gran mujer con infinidad de capacidades.
Ahora la noche es mi aliada, porque me permite liberar mis pensamientos, dejarlos que construyan la mejor versión de un presente que solo Dios tiene la potestad de crear. Sueño enredarme en esos largos cabellos negros y lacios, sentir su suave textura, dejarme seducir por su aroma, alimentarme de la magia de su alma y extasiarme con su presencia.
Si ella fuese mía jamás le fallaría, pues no hay nada que buscar en otros entornos cuando alguien tiene todo, cuando una fémina posee lo que uno quiere por siempre, cuando la perfección la encuentras también en lo que puede no serlo. Es decir, cuando amas hasta los defectos de una mujer, ya lo tienes todo. Por eso lo confieso, en ella está el cielo que quiero habitar.
Imagen con fines ilustrativos.
Franklin Castro Ramírez
Ese cielo que tú quieres
que te tiene embelesado
más allá de lo extasiado
cual locos atardeceres.
son su hermosos cabellos
que te postraron de hinojos
en exquisitos antojos
que van dejando destellos.
Gracias por el comentario y muy lindo lo que escribes. Me gustaría saber desde donde nos lees. Saludos.