Foto Sergio Cambronero, cortesía para Mi Prensa.
El monitoreo de arrecifes rocosos, considerados como piedras vivas por albergar gran cantidad de biodiversidad, ahora contará con un protocolo elaborado por la Escuela de Ciencias Biológicas para garantizar su conservación.
Las Áreas Marinas Protegidas (AMP) tienen como objetivo salvaguardar las condiciones de los ecosistemas marinos, su protección se traduce en servicios ecosistémicos a nivel cultural, turístico y económico que favorece a las comunidades cercanas.
Los arrecifes coralinos han sido un foco prioritario para la conservación, ellos ya cuentan con el único protocolo nacional con técnicas subacuáticas para el monitoreo en todas las AMPs. Sin embargo, existe otro ecosistema subacuático altamente productivo que se encuentra en muchas de las AMP del país: los arrecifes rocosos. Estos son considerados piedras vivas por la gran cantidad de organismos invertebrados que se asocian, además de albergar peces y otras especies como tortugas, rayas y tiburones, a la fecha no habían sido evaluados como un sistema de importancia dentro de las áreas protegidas.
Desde el 2018, el Laboratorio de Estudios Marino Costeros (Lemaco) de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional, liderado por Karol Ulate Naranjo con el equipo científico integrado por Andrea García Rojas, Hannia Vega Bolaños y Fausto Arias Zumbado, trabaja en un protocolo de monitoreo para estos ecosistemas, que permita evaluar su estado y respaldar un proceso de toma de decisiones con respecto a los recursos acuáticos con que cuenta determinada AMP.
«Nosotros creamos una metodología que luego fuimos a aplicar en los arrecifes rocosos con los guardaparques. La idea es contar con una línea base de estudio, donde año con año se pueda realizar este monitoreo y conocer cuál es el estado del ecosistema dentro del AMP. Una vez aprobado este protocolo por parte del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC), el cual ya se encuentra en su etapa final en la Secretaría Técnica del Sinac, será utilizado en todo el país”, explicó Ulate.
Para Andrés Jiménez Solera funcionario del Sinacque ha participado en la aplicación experimental de este protocolo indica que es un esfuerzo por conocer el estado real de los sistemas que se han protegido durante muchos años. «Hubo un punto de inflexión cuando el Gobierno le pregunta al Sinac el estado de conservación de los ecosistemas marinos y terrestres que se han protegido por más de 55 años y el Sinac no puede dar respuesta. Es ahí donde inicia el Programa Nacional de Monitoreo Ecológico (PRONAMEC), donde se capacita a guardaparques y se busca el apoyo de instituciones como la Universidad Nacional para crear protocolos o manuales de monitoreo que nos permitan conocer el estado de los ecosistemas”.
Este protocolo agrupa indicadores como: contaminación por residuos sólidos, la riqueza y densidad de macroinvertebrados, biomasa de peces y cobertura de corales y otros organismos como esponjas marinas, así como indicadores para estar atentos ante especies con posible potencial invasor que afecte a los ecosistemas. “Las variaciones en el tiempo y en el espacio en estos indicadores, permitirán a las Áreas de Conservación tomar medidas para la conservación y protección de los recursos en las AMP. Por ejemplo, si aumenta la cantidad de erizos de mar, es porque no hay depredadores que se los coman, y por ende, es un indicador de una baja biomasa de peces de alto nivel trófico, estos organismos son normalmente objetivos de pesca, como los pargos entonces, se debe aumentar la vigilancia y el monitoreo para evitar posiblemente la pesca ilegal. La pesca ilegal y sobreexplotación afecta toda la cadena trófica de un ecosistema y empobrece su salud”, detalló la investigadora.
Dada la expansión y la presión humana hacia los ecosistemas costeros, es de carácter urgente, tanto a nivel nacional como mundial, conocer el estado de la biodiversidad con herramientas estándar y cotejables en el tiempo a nivel nacional son primordiales para la toma de decisiones de conservación. En ese ámbito, por ejemplo, la determinación de la biomasa de peces en los arrecifes rocosos es un indicador que permite visualizar la función de los ecosistemas de las Áreas Marinas Protegidas como hábitat de reproducción y desove de especies de interés comercial favoreciendo a las zonas pesqueras aledañas a las áreas de conservación. Desde esa perspectiva las AMP se convierten en ecosistemas donde la presión antropogénica sobre los recursos genera procesos de resiliencia y adaptación, que, con el paso del tiempo, produce beneficios para las zonas adyacentes.