Siempre recordaremos a Fabio Villalobos Jiménez.

 

Franklin Castro R.

franklindecostarica@gmail.com

Me quise tomar el tiempo para ordenar mis ideas y recuerdos. Yo tenía un asiduo seguidor de estas columnas, que alguna vez me dijo que lo primero que leía del periódico era mi Pluma Liviana. Aquel cumplido lo tomé con agradecimiento pero sin creérmelo del todo, por aquello de que siempre es bueno mantener los pies bien puestos en la tierra.

No sé cuáles eran sus preferidas; si aquellas en las cuales abordaba un tema de interés local, con matices de polémica o las que se parecían al título identificativo de la columna. Porque antes más que ahora me adentraba en temas triviales. Me atrevía a escribir de algunas cosas que generalmente no se publicaban. Puede que eso le gustaba.

Quizás pensaba que por mi vocación de comunicador, podría haber sido un buen político, pues en varias ocasiones me invitaba a que me lanzara a un importante puesto municipal (la Intendencia). Igual le agradecía aquella apreciación, pero tampoco había pensado ni antes, ni ahora, inmiscuirme en tan espinosa empresa. Eso no es para mí le decía.

Hablar de las circunstancias y de lo que sucedió no es de mi incumbencia. Además, en estos casos son muchas las preguntas y pocas las respuestas. Prefiero adentrarme en las páginas del pasado y rememorar aquellos hermosos tiempos. Recordar aquel hombre de familia, buen conversador, alegre, trabajador y aficionado al fútbol.

Yo lo recuerdo desde los ochentas, pues por circunstancias de la vida en aquellos tiempos fuimos muy cercanos a su familia (mi padre Silvestre trabajó con ellos y yo fui compañero de sus hermanas: Marjorie en la escuela y Rocío en el colegio). Visitábamos regularmente la casa de sus padres y desde ahí le conocimos más cerca. Hoy me cuesta creer que ya no está.

Sucedió la mañana de un lunes, cuando mi primo Albin Castro me comunicó una triste noticia: Falleció Fabio Villalobos Jiménez. Por un instante traté de asimilar el infausto hecho y me fui para la oficina. Comprender el porqué de las cosas a veces no es tarea fácil. Mejor recordar los buenos tiempos y valorar las virtudes del que ya no está. Adiós al amigo, adiós a un seguidor de mis columnas. Gracias por siempre.

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