Franklin Castro R.
Caminaba con mi primo Gerardo Guzmán Castro por la polvorienta calle de San Rafael de Paquera, en un día soleado hará casi unos treinta años. Éramos niños e íbamos para abajo. Así decíamos cuando uno se dirigía hacia la salida del pueblo. Yo venía de la casa de mis abuelos Aureliano Ramírez Arias (Lano) y Romelia Vega Solís (doña Mela).
De pronto en el camino en aquellos tiempos exento de vehículos y motos, encontramos muchos billetes dispersos y de diferentes denominaciones. Había tirados en la calle de cinco, diez, veinte, cincuenta y cien pesos. En aquel momento era bastante dinero y en el instante pensamos que habían llovido del cielo, como el maná en el desierto en los tiempos de Moisés.
Con el hijo de Carlos y de mi tía Adelaida, decidimos guardarlo y esperar. Pronto apareció el dueño. Y nosotros se lo regresamos íntegramente. Con la acción nos sentimos regocijados, pues estábamos siendo consecuentes con los valores que por años fueron instaurados por los abuelos. Mientras que el que los extravió, se había llevado el susto de su vida.
Sucedió que alguien (que fue parte de la familia), pasó en motocicleta frente a la casa de los abuelos, la cual estaba construida sobre bases en una colina. Y para decir adiós a quienes veían desde el amplio corredor, se quitó el sombrero en plena carrera y al hacerlo, salieron volando los billetes que había guardado sobre su cabeza, tras haber realizado un negocio.
El protagonista de esta pintoresca historia, fue alguien que ya no está entre nosotros. Y aunque no lo veía desde hace tiempo, quise relatar este suceso para recordar a este hombre que fue comerciante, agricultor y por varios años dio el servicio de bus entre San Rafael y Puerto Paquera. También le gustaba tocar la guitarra.
Juan Marín Fernández se fue sin despedirse, el primer viernes de febrero de este 2014. Justo cuando quien escribe celebraba un aniversario más de existencia. Esa noche tras enterarme de su partida, mi mente desempolvó los recuerdos en busca de alguna historia. Y precisamente me situé en la San Rafael de los ochentas, en el hombre que decía adiós con el sombrero. Paz a sus restos y resignación a su familia.