Franklin Castro R.
En agosto 2008 se cumplieron 20 años de la partida eterna de un hombre, que aunque nunca conocimos, nos divirtió y aún lo sigue haciendo en la televisión latinoamericana y más allá. Ramón Valdés, don Ramón en el programa El Chavo del Ocho, era hermano de German “Tin Tán” (también fallecido) y de Manuel (el loco Valdés), padre del cantante Cristian Castro.
Don Ramón, fue un personaje muy especial, en la popular serie de Televisa, gigante de las comunicaciones en habla hispana. La caracterización que hizo de su personaje fue exacta: hombre de condición humilde, divorciado del trabajo, enamorado de las mujeres bonitas (¿quién no?), agredido por la fastidiosa fémina de los rulos permanentes, y malhumorado tantas veces, según las travesuras de los niños de la vecindad.
Valdés quien se casó tres veces y tuvo una decena de hijos, vestía similar a su personaje. Le gustaba compartir con los niños y era fumador empedernido. Ese vicio lamentablemente propició su fin. Ya han pasado dos décadas. Y si 20 años no son nada (lo dijo Carlos Gardel), entonces por qué se olvidan de los que no están. También se fue Angelines Fernández (doña Clotilde) en 1994.
Me causa un sinsabor ver cuantos homenajes se le realizan a Roberto Gómez Bolaños (Chespirito – El Chavo) y a los demás actores ni se les toma en cuenta. Aunque Roberto fue creador, productor y actor en la serie, qué hubiera sido del programa, sin las rabietas de don Ramón, los cachetes inflados de Quico, las maldades de la Chilindrina y el flirteo constante (casi acosador) de doña Clotilde, hacia su pretendido romeo.
Para muestra, podemos citar que cuando Valdés, Fernández y Carlos Villagrán (Quico) dejaron el programa, decayó su calidad y nada fue igual. A veces el mundo tiene la memoria flaca, como para acordarse de aquellos que han partido. Entonces, ¿son falsas las lágrimas de cementerio, las notas de duelo y las palabras de apoyo que se dicen cuando alguien llega al final de camino?.
Que Dios cuide perpetuamente del alma del señor Valdés, pues su gestión terrenal continúa presente, a pesar de la odiosa indiferencia de muchos que lo ha olvidado.