Aunque casi imperceptibles al ojo humano, los nematodos son organismos que tienen un impacto considerable en la agricultura mundial. Se calcula que las pérdidas que ocasionan en los cultivos oscilan entre los 125 y 173 billones de dólares anuales.
Según estimaciones científicas existen alrededor de 4100 nematodos fitoparásitos, microorganismos que se alimentan del sistema radicular de la planta y provocan deformaciones características como agallas o nodulaciones .
Walter Peraza Padilla, coordinador del Laboratorio de Nematología de la Escuela de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional (ECA-UNA), presentó en las Jornadas de Investigación de dicha escuela, celebradas el 31 de octubre y 1 de noviembre anterior, el descubrimiento de nuevas especies de nematodos anillados.
De acuerdo con Peraza, en Costa Rica los estudios sobre nematodos se remontan a 1978, cuando se comenzaron a identificar las especies presentes en cultivos como arroz y maíz. Sin embargo, fue en la última década que se integraron técnicas moleculares para mejorar la precisión al identificar estas especies, lo que permitió descubrir variaciones genéticas que las técnicas tradicionales no podían detectar.
“Lo que hicimos fue recolectar muestras de suelo de diversas regiones del país como Santa María de Dota, Ciudad Neilly, Turrialba, Limón y otras. Utilizamos un método de centrifugación y solución azucarada que permitió recuperar nematodos para su posterior análisis morfológico y molecular”, explicó el investigador.
De acuerdo con Peraza, se realizaron mediciones detalladas de estructuras microscópicas, como el diámetro de los anillos corporales y la longitud del cuerpo, así como estudios genéticos a través de técnicas de PCR y secuenciación de ADN. Estas herramientas permitieron identificar diferencias genéticas en organismos que visualmente eran casi idénticos, clasificándolos como especies crípticas; es decir, muy similares morfométricamente, pero distintas molecularmente.
Este estudio dio como resultados la descripción de nuevas especies para la ciencia: Mesocriconema paraonoense, Mesocriconema costarricense y Xenocriconemella costaricense, todas de la familia Criconematidae. La Mesocriconema paraonoense, cita Peraza, es una especie muy cercana a Mesocriconema onoense, descrita previamente en India y China, pero presenta diferencias genéticas significativas que justifican su clasificación como una nueva especie.
Dentro de este proyecto, se creó una colección de más de 23.000 individuos de nematodos, preservados en 3.000 láminas permanentes. Esta colección, detalla Peraza, es una de las más grandes del mundo en su tipo y se encuentra disponible para consultas de estudiantes y especialistas en nematología.
Ciencia de datos
Otro de los temas que se abordaron, fue el impacto de la herramienta Google Earth Engine en la agricultura y la ganadería: el caso de pasturas en fincas ganaderas, donde mediante el uso de macrodatos y plataformas satelitales, los productores ahora pueden tomar decisiones basadas en información precisa sobre clima, suelo y cultivos.
Esta exposición estuvo a cargo de Esteban Jiménez Alfaro, quien destacó que en el contexto ganadero uno de los mayores retos es determinar cuándo y dónde sembrar pasturas que sean sostenibles y productivas. Gracias a Google Earth Engine, los productores pueden visualizar en tiempo real información detallada de sus fincas, donde se incluyen mapas que indican las áreas más adecuadas para cultivar pasto o manejar ganado.
El proyecto se encarga de traducir algoritmos complejos en aplicaciones móviles accesibles. “La decisión de sembrar un pasto o un cultivo es multicriterio. No podemos basarnos solo en intuiciones; necesitamos datos que respalden nuestras acciones. Esto facilita al productor planificar con mayor certeza al considerar factores como el histórico climático y las características específicas del terreno”.
Además, estas herramientas permiten identificar los pastos más adecuados según las condiciones locales, lo que ayuda a evitar el desgaste de los recursos genéticos y del suelo. “Este enfoque de precisión, no solo mejora la sostenibilidad de las fincas, sino que también aumenta su productividad y resiliencia ante el cambio climático”, aseguró Jiménez.
Redes de conocimiento
Durante estas jornadas, investigadores, docentes y estudiantes compartieron sus hallazgos en áreas clave como la sostenibilidad agrícola, innovación tecnológica en cultivos, y manejo de recursos naturales. Además, se abrieron espacios de discusión para fomentar el intercambio de ideas y fortalecer redes de colaboración entre los asistentes.
Para Alonso Calvo, subdirector de la Escuela de Ciencias Agrarias, esta unidad académica se destaca por impulsar el desarrollo sostenible del sector agropecuario costarricense, donde la investigación es un pilar para abordar sus retos.
“Una de las funciones sustantivas de la Universidad Nacional es la investigación entendida como la generación de nuevos conocimientos sobre problemas vinculados con la solución de grandes preguntas en ámbitos socioambientales, educativos y humanísticos”, destacó Calvo.
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