Esta foto de Charles corresponde a mayo del 2008. Se la tomamos conjuntamente con otras, para una nota de un diario nacional.
Peterson descansa a lo tradicional. En tierra, en el Cementerio de San Rafael.
Sus amigos más cercanos llegaron a darle el último adiós.
Su esposa Yamileth Caravaca Pérez (blusa verde), conocida como Yamileth Salas y su hija Raquel Peterson (centro), le dan la última mirada antes de proceder al sepelio.
La gente estuvo presente en la pequeña y humilde capilla del Campo Santo.
En las fotos superiores el traslado hacia el sitio del entierro y la acción misma del sepelio.
De izquierda a derecha, En la foto Isidro Castro, Ana Pérez y Bioley Ramírez, mientras depositaban la tierra.
Teresa González repartió un refrigerio para aplacar el calor en el mediodía soleado. Obseva hacia el frente con pantalón blanco Ángela Castro, quién fue la cuidadora de Charles durante muchos años.
A la derecha, Jeanneth Pérez, quien junto a su hermana y Dominga Castro, fueron las únicas tres mujeres que se decidieron a tomar las palas durante el entierro.
Las flores al final. Charles descansa en paz.
Redacción, fotos, programa de radio: Franklin Castro R.
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El pasado sábado 02 de julio 2016, Charles Peterson dejó de existir terrenalmente. A la 1 p.m. aproximadamente falleció en Paquera, en la casa de su hija Raquel en donde permanecía desde mediados de junio, tras regresar del hospital a donde fue trasladado luego de una caída en su casa en San Rafael de Paquera, el pasado viernes 10 de junio.
Con una fractura en su brazo izquierdo y sus pulmones afectados, -pues fumaba desde su juventud-, su condición empeoró y el fatídico día llegó. El norteamericano que a principios de los ochentas se asentó en las montañas de Quebrada Blanca, en San Rafael de Paquera, falleció a los 86 años.
Su sepelio se realizó en el Cementerio de San Rafael poco después de las once de la mañana del domingo pasado, con una concurrencia de poco más de 50 personas. Fue algo tradicional, Charles descansa eternamente en un hueco en tierra. Como me imagino que él mismo lo prefería. Se fue el hombre de la barba, el de la frase alegre y amigable: ¿No hay café?.
Así lo recuerdan los Rafaeleños.
Rigoberto Mora Carrillo: “Lo recuerdo como un señor que prácticamente llegó a refugiarse al pueblo, buscando la paz que no tuvo en esa guerra en que participó, fue tranquilo, no tuvo ningún problema con la comunidad, trató a veces de ayudarnos, quizás no lo tomamos mucho en cuenta, debimos haberlo aprovechado más, como cuando nos dijo que nos iba a enseñar a hablar en inglés y no quisimos y es lo que nos está haciendo falta ahora”.
Teresa González Villalobos: “Recuerdo recién llegado esos cajones grandes como graneros llenos de latas de atún, a los que tuvo que ponerle candados porque llegaba gente a llevárselas. En el tiempo en que quiso dar cursos de inglés yo no estaba, porque vivía en San José, porque yo si lo hubiera aprovechado”.
Ángela Castro Olivares, fue su cuidadora durante más de 17 años. “Cuando él estaba allá arriba en Quebrada Blanca yo viajaba en botas de hule, caminando media hora por 14 pasos de agua quebrada arriba, en el invierno era terrible, a veces pasaba con el agua en el pecho, porque era demasiada la creciente del río”.
“Nunca le faltaba el agua a esa quebradita y la tranquilidad de la finca, eso le gustaba a él. Yo le ayudaba en hacerle la comida y acompañarlo a los senderos con él, íbamos a la finca y el llevaba un machete de esos 28 para cortar bejucos y yo con una macana y una pala para arreglar los caminos y senderos. Subíamos a las 9 a.m. y bajábamos a la 1:30 p.m.”
“Yo calculé que él tenía más de 500 libros, yo me puse a contar un día y me cansé porque son demasiados los libros que tiene. Pasaba la noche leyendo, ahora de último el pasaba la noche viendo películas en televisión y dormía muy poco. En abril 2016 se cumplieron tres años de que nos vinimos para abajo, a la entrada de Quebrada Blanca, para San Rafael en una casa alquilada”.
Bioley Ramírez Vega: “Fue un gran ejemplo para el pueblo y atendía con sus libros a toda persona que llegara ahí. Le gustaba siempre que alguien llegara a conversar con él un rato. Él le compró la propiedad a mi papá Aureliano Ramírez Arias y a Justo Cascante. Esa finca la conservó llena de árboles, se mantenía fresquitico eso. El saludo de él era no hay café, cuando bajaba por el pueblo”.
Yamileth Caravaca Pérez, conocida como Yamileth Salas, fue la esposa de Charles. Hasta su separación ella vivió en Quebrada Blanca en los ochentas. “A él siempre le gustaba montar a caballo, íbamos a caballo a Paquera. Allá el leía mucho y se venía acostando como a la una de la mañana. El dibujaba mucho y le gustaba dibujar mujeres”.
Aníbal Anchía Ramírez: “Fue un hombre que le dio de comer a más de uno, porque a más de uno les dio trabajo. Yo le manifesté a Ángela que fue su cuidadora durante mucho tiempo, lo que usted hizo con Charles Dios lo toma en cuenta, porque le dio el fin como se lo pidió el, por eso debe estar tranquila”, le manifesté.
Belizario Paniagua Gamboa: “Un buen vecino, de los mejores que he conocido en San Rafael, la montaña era donde él vivía tranquilo y en donde ojalá todos buscaran lo mismo”.
Isidro Castro Olivares: “Era una buena persona, no molestaba a nadie, a veces yo pasaba a hablar con él y una vez me llevó al monte y me enseñaba las hojas con las que hacía ensalada, pues le gustaba la ensalada de hojas verdes. Solo sembraba árboles entre la montaña”, así era Charles”.