Franklin Castro R.
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En mi niñez fui tímido en demasía: me devolvía de la escuela en primero y me helaba hablar en público. No recuerdo haber participado en alguna obra de teatro estudiantil y en el Colegio le temía a todo: hasta a las mujeres. Sin embargo, desde los primeros años de existencia, sentí el deseo de desenvolverme en los medios de comunicación.
Recuerdo que mi sueño era tener un radio, para escuchar las transmisiones deportivas de Cadena de Emisoras Columbia. Admiraba profundamente aquel famoso dúo de José Luis El Rápido Ortiz (q.d.D.g.) y Javier Rojas González. Con ellos, en la lectura de comerciales Parmenio Medina Pérez (q.d.D.g.), en los que fueron los tiempos de la mejor radio.
Junto a mi padre Silvestre Castro ya egresado de primaria, trabaja en ocasiones con un maestro en labores agrícolas. Fue de esta manera que adquirí el primer receptor de radio. Era pequeño, de dos baterías pequeñas, de color amarillo y con un adorno que incluía las cuatro figuras emblemáticas de las cartas del naipe.
Me lo consiguió en San Ramón aquel educador de apellidos Arce Salas: Don Elí. Un gran señor que abandonó este mundo el pasado viernes 25 de julio (2014). La noticia me inundó de nostalgia, pues nunca estamos preparados para esperar una novedad tan lúgubre. Se fue mi mejor maestro, pensé aún sin asimilarlo.
Quiso el Máximo Hacedor, que su partida fuera en una fecha histórica. Y en el acto recordé la dedicación que don Elí le imprimía a cada celebración patriótica. Fuera el 11 de abril, el 25 de julio, el 14 y 15 de septiembre o el 12 de octubre. Tuve la dicha al igual que mi padre de graduarme con él, pues don Elí prácticamente desarrolló su vida de educador en San Rafael de Paquera, en Puntarenas.
Aquí conformó su familia, tuvo su finca y se hizo paquereño. Lo recuerdo en la escuela, en aquellas tardes de clases cuando nos ilustraba en la historia de la conquista Española. Me encantaba aquel verbo familiar con que nos explicaba la materia. Parecía que no lo había leído de ningún libro. Parecía que don Elí lo había vivido.
Don Elí tenía carácter y todos lo respetábamos. Tenía buena voz y cantaba bien, tocaba la guitarra y tenía excelente empatía con el acordeón. Nosotros le admirábamos. Una vez pensionado, don Elí se trasladó a San Ramón con su familia. Recuerdo que en mi adolescencia me gustaba acompañarlo por las noches, cuando regresaba a San Rafael a ver su finca. Eran horas de plática, que me formaron positivamente.
Hace varios meses, coincidí con don Elí en San Ramón. Nos topamos de repente y en la acera de alguna calle conversamos ligeramente. Solo fueron algunos minutos, no más de diez. Me preguntó por mi familia y yo por la suya. Luego nos despedimos… normalmente. Jamás imaginé que aquella conversación fuera la última. Se fue mi mejor maestro… Que Dios lo tenga en su Santa Gloria.
Don Elí en su juventud. Foto Marlene Arce Jiménez, cortesía para Mi Prensa.
Cuando ya era un adulto. Foto Marlene Arce Jiménez, cortesía para Mi Prensa.
La guitarra era una de sus pasiones. La tocaba y cantaba bién. Foto Marlene Arce Jiménez, cortesía para Mi Prensa.
Esta es una verdadera joya. Fue hace mucho tiempo. Aquí don Elí con el profesor Francisco Cruz, cuando iniciaron sus labores en la Escuela de San Rafael de Paquera, en Puntarenas. Foto Marlene Arce Jiménez, cortesía para Mi Prensa.
A casi un año de la partida física de mi padre de este mundo, ya que está conmigo todos los días en recuerdos,leí este articulo que escribiste, muchísimas gracias Francklin,no pude dejar de derramar lágrimas. Mi papá siempre le tuvo una gran estima, Gracias de todo corazón
Gracias Silvia. Lo sé, el aprecio siempre fue mutuo. Tengo muy presente el día de su partida. Saludos.